Angela - un gran dragón

Nuestra Señora de Zaro a Angela el 26 de febrero de 2021:

Esta tarde la Madre apareció como Reina y Madre de todos los pueblos. Llevaba un vestido rosa y estaba envuelta en un gran manto azul verdoso. Tenía los brazos abiertos en señal de bienvenida y en la mano derecha un santo rosario blanco, largo, como de luz. En su cabeza tenía la corona de una reina. Los pies de la madre estaban descalzos y se colocaron en el mundo. El mundo estaba envuelto en una gran niebla gris. La madre tenía una sonrisa muy hermosa, pero sus ojos estaban llenos de lágrimas. Alabado sea Jesucristo.

Queridos hijos, gracias porque hoy están nuevamente aquí en mis bosques bendecidos para darme la bienvenida y responder a esta llamada mía. Hijos, este es un tiempo de gracia, es un tiempo de perdón. Queridos hijos amados, por favor no pierdan más tiempo y regresen a Dios. Hijos míos, les esperan tiempos difíciles, como les vengo diciendo desde hace mucho tiempo. Estos son tiempos de dolor, y si no se fortalecen con la oración y los sacramentos, fácilmente caerán. Queridos hijos, les he estado pidiendo Cenáculos de oración desde hace algún tiempo, y desde hace algún tiempo les digo que perfumen sus casas con oración. Hijos míos, la oración les ayuda para que en los momentos de la gran prueba no vacilen. Por favor escuchame.

Entonces mamá me pidió que orara con ella. De repente apareció algo parecido a un gran dragón, moviendo la cola con fuerza: lo agitaba con tanta fuerza que hizo temblar la tierra. Madre me dijo:

No temas, no te hará daño. El mal quiere prevalecer sobre el bien y la tierra está cada vez más bajo las garras del mal. Los hombres confían cada vez más en la ciencia y poco en Dios. A menudo se pone a Dios en segundo lugar o simplemente ni siquiera se le nombra. Hijos, pongan a Dios en primer lugar en sus vidas: entréguense a Dios y pongan todo en sus manos. Dios te ama y quiere tu bien. Queridos hijos, oren mucho por el destino de este mundo y por el destino de toda la humanidad.

Entonces Madre extendió los brazos y de sus manos brotaron rayos como luz, iluminando todo el bosque. Finalmente bendijo a todos. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 


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